11 abr 2013

6. Mi Unica Razón






El día que tuve mi primera necesidad los calores empezaron con el sol todavía alto, cuando estaba sola en esa casa, atada de manos y tobillos a los postes de la cama. Desnuda y ardiendo, sintiendo un dolor insoportable, el peor que hubiera sentido en la vida, incluso peor que sus vejaciones y violaciones, peor que sus incursiones a mi mente, cuando me arrebataba de la más mínima coherencia o pensamiento propio, dejándome como un despojo sin vida...

Al anochecer, en cuanto él entró en la casa, sintió el azote de mi deseo, de mi cuerpo llamando al cuerpo de un macho para calmar ese incesante dolor... Su carcajada atronadora se oyó, rebotando por las mugrientas paredes, hasta la puerta abierta de mi estancia. Todos mis conocimientos al respecto de la necesidad de una hembra eran que tan sólo se calmaba el dolor si un macho vertía su semilla en su interior durante el proceso. Cuántas veces había él hecho eso sin mi permiso? Cuántas veces había tomado mi cuerpo mientras yo luchaba y pataleaba...? Y esa noche, esa noche tan sólo se quedó en el vano de la puerta, mostrándome sus asquerosos dientes en una sonrisa triunfal. Ni siquiera se acercó a mí, sabía que no habría luchado, no ese día... y por eso no valía el sacrificio que iba a hacer tomando algo que no pudiera robar o arrebatar... Mi cuerpo seguía atado con los cuatro miembros separados, y ni siquiera el instinto de protegerme del dolor en posición fetal me era permitido... No había redención para mí hasta que suplicara... Mis lágrimas ardían rodando por mis mejillas... esa noche no invadió mi mente, no me robó la conciencia... me mantuvo despierta hasta que mi cuerpo gritó por mí, gritó y pidió que me tomara, gritó para que cesara ese lacerante dolor... Él se acercó triunfante hacia mí, andando despacio como una comadreja, y ni siquiera usó su fuerza y sus poderes para doblegarme... simplemente reía y disfrutaba, reía al sentir y oler mi dolor y mi vergüenza por lo que yo misma estaba consintiendo en ese momento... Cuando la fiebre de la necesidad fue tan alta que perdí el conocimiento, entonces sí se encargó de entrar en mi mente y despertarme de nuevo, devolverme a la realidad y hacerme partícipe hasta el último instante de todas y cada una de las horas que duró el celo. Su cuerpo se vaciaba en mí, triunfante, una y otra vez... y fui consciente, cuando todo terminó, de que algo había cambiado en mí...

Las siguientes noches intenté ocultárselo, lo escondí en lo más remoto de mi mente. Sólo me permitía ser consciente de ello de día, cuando atada y sola en esa asquerosa cama me aventuraba a hablar con ella... Ella era muy pequeña en mi interior, pero la sentía aferrarse a mí con todas sus fuerzas. Estaba tan desvalida y era tan inocente de los males que acechaban este mundo! De los males como su padre, que robaban sueños, almas y vidas sin más sentido que el placer de hacer sufrir, hasta el punto de robarte incluso ese sufrimiento de modo que ni siquiera lo sientes como tuyo...

Los días pasaron uno tras otro, iguales al anterior. Con miedo y esperanza, ya no para mí, sino por ella... debía de haber alguna esperanza para ella... Rezaba a la virgen escriba para que no permitiera que un ser inocente y nonato sufriera dolor alguno a manos de ese diabólico ser...

De noche, recurría a todas mis fuerzas para distraerlo, a toda mi rabia para luchar con él, como a él le gustaba, para que me tomara pensando tan sólo en su triunfo, luchando conmigo misma para mantener ese secreto apartado, relegado al fondo de mi mente e intentando que mi corazón desbocado no me delatara...

Pero un día acudió a la mansión antes del anochecer, y me sorprendió hablando en voz alta, me sorprendió infundiéndole ánimos a mi pequeña para que no se rindiese. Prometiéndole que no dejaría que la descubrieran, que no permitiría que jamás le hiciera ningún daño, que si lo hacía, yo misma acabaría nuestra vida por las dos.... Fue la primera vez que vi sorpresa en su rostro. Yo estaba paralizada por el miedo, por la torpeza de haberla puesto a ella en peligro... Pero él se quedó sentado al pie de la cama, sacó un cuchillo y empezó a jugar con él pasándoselo nervioso de una mano a la otra. Sé que leía mis pensamientos, pero no me estaba doblegando, simplemente me escuchaba. Escuchaba en silencio lo que pasaba por mi mente, mis latidos y los de su misma sangre creciendo en mi interior... Mi cuerpo no dejaba de sudar, no entendía su reacción y temía que acabara con todo en un instante con ese cuchillo... Creo que pasaron horas hasta que se oyeron unas voces y el ruido de una puerta al derrumbarse. Desató con nerviosismo mis cadenas y me llevó consigo por los corredores. Cuando un macho enorme apareció frente a nosotros, él puso la hoja de su cuchillo en mi cuello y gritó que yo era suya... que no iban a robarle a su princesa... entonces se oyó el sonido agudo de una bala atravesar el aire y todo terminó en un instante: el agarre, el cuchillo cayó al suelo y mis piernas se convirtieron en mantequilla. De verdad habían venido a salvarnos...? Durante un segundo mis ojos se cruzaron con los de Tohrment antes de desmayarme. Miré hacia donde había venido el disparo y unos preciosos ojos azul oscuro me miraban temerosos aunque con determinación. Bajó el arma sin que le temblara el pulso, y ese azul intenso fue lo último que vi antes de perder el sentido.

Esa noche cuando desperté en el carruaje luché con todas mis fuerzas para desaparecer... ellos no eran malos, vinieron a por nosotras, aunque ya era demasiado tarde para mi salvación....

No hay comentarios: