16 mar 2012

4. Sueños rotos






Todo empezó en el bosque. Yo solía escaparme de casa y de las citas sociales de la glymera. Padre y madre, desde que pasé mi transición, se empeñaban en emparejarme con un macho acaudalado que reforzara su estatus y posición de leahdyre . Para evadirme, solía escaparme al bosque, a la intimidad que me ofrecían los árboles. Era joven y soñadora, y creía todavía en el amor. Sabía que entregarme a un macho como una mera transacción, no podía ser mi destino... Yo quería vivir aventuras, ser amada y deseada con pasión y formar una familia con alguien que suspirara por mí cada amanecer cuando regresara al hogar. Pero el destino me tenía preparada una jugada cruel...

Una noche él me estaba esperando en mi lugar secreto. Nada más llegar, sentí una extraña presencia... ese ser no era vampiro, ni humano... y de él emanaba una fuerza maligna. No me di cuenta de lo que era hasta que fue irremediablemente tarde. Sentí mi mente doblegada a su voluntad y entonces lo supe... sympath... la palabra prohibida... Una carcajada y una voz libidinosa invadieron mi cabeza. Él me llamaba por mi nombre una y otra vez en un hipnótico canto y yo... yo no pude resistirme a él...

Tomó mi mente alimentándose de ella: mis pensamientos, mis recuerdos, mis sentimientos, cada pequeño secreto escondido en mi cabeza, hasta que no quedó nada; ningún sueño, ninguna esperanza... Fue él quien mató mi cuerpo, mi alma y mi corazón.

De día me encadenaba con grilletes a la cama y me abandonaba entre esas cuatro paredes. Me dejaba sola, y era era en esos momentos, cuando no me acechaba su presencia, que volvía a ser dueña de mi mente. Entonces la desolación embargaba mi alma al saber que, bajo el sol, absolutamente nadie de mi especie iba a encontrarme allí... Pasaba esas horas aterrada, esperando el anochecer, cuando él volvería a por mí, y siempre lo hacía... Era cuando regresaba que provechaba para adueñarse de mí, cuando todavía podía aspirar de mi cuerpo y mi alma el miedo y la rabia. Cuando absorbía ese resquicio de esperanza que me albergaba al caer la noche, instantes antes de que llegara. Disfrutaba con ello, arrebatándome anochecer tras anochecer mis esperanzas, insuflando derrota y miedo... Le gustaba tomar mi cuerpo entonces, cuando todavía tenía fuerzas para resistirme, cuando luchaba y pataleaba atada a los grilletes de esa maldita cama. Me tomaba una y otra vez hasta que mi cuerpo y mi mente se rendían de nuevo. Hasta que me dejaba vacía de esperanza , incluso de miedo... cuando ya nada quedaba de mí, entonces me soltaba. En su presencia yo no era ya ningún peligro: ni mis colmillos ni la fuerza de mi raza podían servirme ante ese ser demoníaco que se alimentaba, de todas las formas posibles, de cualquier soplo de vida que habitara en mí...



No hay comentarios: